Dicen cada que me ven en la calle o entro al Messenger: ¿Qué hay?, a lo que yo solía contestar con la expresión “nada nuevo, ¿y por allá?” Muchas veces esto daba pie a una entretenida plática, algunas otras se me revertía la indiferencia mostrada en la primera respuesta y me quedaba sin interactuar con dicha persona durante algún rato hasta que un tema nos llegara a la mente y quisiéramos compartirlo. Desde que el servicio de mensajería instantánea se convirtió en mi primordial medio de comunicación, esta ha sido la entrada recurrente a cualquier conversación, sean familiares, amigos, conocidos, etc.
Es curioso el hecho de recordar cómo durante algunos años ese “nada nuevo” era sincero y hasta cierto punto un poco hartante, pues siempre deseaba que pasara algo que sacudiera el monótono vivir que durante largos lapsos de tiempo llegaba a tener; es curioso el hecho de recordar todos esos momentos en los cuales uno se siente vacío, esos momentos donde uno siente no tener algo, cuando uno no sabe qué hacer para despejarse; y es curioso cómo las cosas cambian cuando menos te das cuenta, y es entonces cuando te percatas que durante años lo tuviste todo y no lo supiste aprovechar.
En un lapso inimaginable de tiempo y prácticamente de golpe todo en lo que creía y no creía se derrumbó y se reestructuró, todo lo que me gustaba se fue, todo lo que sentía se modificó, prácticamente el universo se me movió de una manera brusca e inesperada.
-¿Qué hay?- Nada nuevo, ¿y por allá?
Qué respuesta tan bonita y contundente, cómo quisiera poder usarla en estos tiempos, desgraciadamente no se puede, por más que quisiera, no se puede, pues últimamente han pasado tantas cosas que de aquel “Nada nuevo” literalmente queda eso: Nada.
Gracias por su atención.